Un hombre sale de una licorería en Tennessee y mira al cielo. En El Paso, Texas, un predicador cae de rodillas ante sus feligreses. Mientras tanto en La Sala Aftasí, Badajoz, Javier Vielba levanta las manos y grita: “¿Estáis vivos?“ Los tres responden a la vez “I’m Alive.”
Las sufridas salas de conciertos de este país necesitan cada cierto tiempo de una noche de gloria o revancha y el pasado sábado le tocó a la Sala Aftasí de Badajoz, que tras tragarse algún que otro sapo disfrutó por fin de una noche de lleno memorable que dejó muy buen sabor de boca a todos los que allí estuvimos.
Y es que Corizonas, esta insólita unión bendecida por los dioses que forman Arizona Baby y Los Coronas, han sabido ganarse una extensa cuota de seguidores a base de hacer que las versiones que tocan parezcan canciones propias de su repertorio a la vez que sus composiciones suenan a clásicos revisados. Además la puesta en escena, los visuales, los duelos dialécticos entre Javier y Fernando o las ya clásicas coreografías de Los Coronas ayudaron a redondear la noche.
El concierto comenzó con Javier Vielba al theremín a cargo de una intro muy enérgica para enlazar con el rock & roll fronterizo de Hey hey hey (The news today). Y a partir de ahí el rollo country de Deciever, el incunable de Neil Young Everybody knows this is nowhere, y mi favorita, The Falcon Sleeps Tonight, donde la esencia de las dos bandas se sublima para sonar a puro Tarantino. A continuación sonó el Runaway de Del Shannon, de cuando todavía no eran Corizonas, Thieves & Liars y el Supernaut de Black Sabbath calentaron el ambiente antes de que la instrumental El Rancho diera por finalizada la primera parte del concierto.
Tras varias chanzas sobre si no estaban tocando suficientemente sucio para el rock (“3 notas mola, 4 es jazz”) comenzó la segunda hora subiendo el nivel con I am (What I am) y cantando a la amistad con Wish you were here de Pink Floyd. Run to The River y Run To The Woods cambiaron el tercio hacia un rock más de radiofórmula, Save your prayes y Hotel room dieron paso a momentos más intensos para finalizar la segunda parte del concierto con la archiconocida versión de The Rokes Piangi con me.
Y a continuación los bises, la despedida más larga que he visto jamás, y unas ganas locas de que aquello no acabara nunca. Comenzaron con La hiedra venenosa de Los Rebeldes del Rock, continuaron rindiéndose tributo con Shiralee con el público ya totalmente entregado que bailó el mix entre Pushing too hard de The Seeds y el Mr. Soul de Neil Young para acabar con la espiral infinita que supone I Wanna Believe y hacer suyo el grito mesiánico de Tommy James & The Shondells, I´m alive.
Así que mientras haya un clásico que revisar, un festival al que acudir, un batería al que atraer al lado del rock o un dormido al que despertar seguirán habiendo licorerías en Tennessee, predicadores en El Paso y Javier Vielba seguirá levantando las manos y gritando: “¿Estáis vivos?“
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