Con la plantilla de El Gallo Verde en cuadro, me planté solo en el concierto de Nudozurdo; como mis neuronas no dan para dos cosas a la vez y ya tengo bastante con echar fotos, cedo la redacción a la siempre afilada pluma de nuestra querida corresponsal en el extranjero.

TEXTO: SHE | FOTOGRAFÍA: EL_TESORERO
No es fácil acercarse a un grupo como Nudozurdo. Rodeados en la escena española de grupos pop con letras y tono amable, colores alegres y temas naïve, encontrarse con algo tan oscuro y denso es difícil , pero, sobre todo, bienvenido.
Su hábitat natural son las salas pequeñas donde pueden crear esa atmósfera tensa y claustrofóbica que los define. Por eso fueron uno de los elegidos para el proyecto “Girando por Salas” en el que varios organismos oficiales subvencionan conciertos( el precio de anoche, 6 euros la entrada anticipada es directamente de risa) para promocionar, según sus propias palabras, “las músicas actuales”.

El concierto, como tal, fue espectacular. Agobiantes tanto la instrumentación como la difícil voz de Leopoldo Mateos y efectivos en la creación desde la nada de altas dosis de intensidad( si no se te ponen los pelos de punta con la versión en directo de “Mil Espejos”, es que estás pintado de negro por dentro), los madrileños repasaron sin demasiados artificios tanto los dos largos ( Sintética de 2008 y Tara Motor Hembra de 2011) que los han encumbrado en el panorama musical actual,como alguna canción de discos que han pasado más desapercibidos( su primer disco, autoeditado, fue recuperado no hace mucho y, está rodando aun “Ultrapresión”, su EP de 2012) .
El setlist incluyó temas como la imposible “Hijo de Dios”, “Ha sido divertido” ,“Dentro de él”, “Prometo hacerte daño”, que fue uno de los momentos álgidos de la noche, “Chicopromo”, “Dosis Modernas” …completando algo más de una hora de concierto, con un bis, que, subjetivamente, fue bastante más corto de lo esperado. Si te sustraías de todo lo que tenías alrededor, te temblaban las rodillas con cada nota del trío que parecía multiplicarse encima del escenario del ruido que estaban montando.

Ahora bien, TENÍAS que sustraerte, porque el de anoche fue un concierto en el que se dejó entrever por qué cada día se hace más cuesta arriba acudir a un concierto en la ciudad.
Nunca en una crónica es bueno tener que hablar más del público que del grupo, pero lo que pasó ayer es digno de mención y crítica. Yo misma llegué algo tarde por la desinformación sobre la hora de comienzo de la actuación, pero al cruzar la puerta y ver que allí habría entre 30-50 personas me dividí entre el “bien, un concierto así para poco público” y el “pero ¿¿qué le pasa a la gente en esta ciudad??”. Lamentablemente, la segunda respuesta estropeaba el primer pensamiento.
Como decía al principio, no es fácil acercarse a un grupo como Nudozurdo que, recordemos, sólo ha tocado en otra ocasión en tierras extremeñas (concretamente, en el denostado y añorado Navalpop, hace unos tres años, a las 4 de la mañana, otro conciertazo que se marcaron para los fieles que no llegábamos en número ni a montar un equipo de fútbol), por lo que ha de suponerse que el escaso público presente, al menos, estará allí entregado. Craso error. La falta de respeto que ya es leyenda en los conciertos en la Sala Mercantil tuvo ayer una de sus noches grandes. Entre las 15-20 personas que estaban realmente metidas en el concierto se colaban las conversaciones a gritos de los demás, comentarios simplistas sobre el tipo de música y la voz del cantante, paseantes errantes y demás fauna local. Todo esto, repito, con un aforo cercano a 50 personas.

Hace poco se abría en esta página el debate sobre la idoneidad o no de montar una franquicia del Contempopránea en la ciudad. Se hablaba del problema que puede suponer el perfil de público que acudiría al evento teniendo en cuenta la mayoría de la población joven de aquí. Pero no nos engañemos. Aquí nos conocemos (casi) todos. Siempre son las mismas caras las que te cruzas en los conciertos. El problema no son los demás. El problema somos nosotros mismos.