Está claro que la manera que cada uno se mueve por el mundo está definida por cómo interpreta las normas sociales. La mayoría de nosotros acatamos estas normas en parte porque tememos las consecuencias que podrían tener para nosotros: multas, penas de cárcel,… Hay individuos, sin embargo, que están llamadas a no ser dominadas por las cuítas de los simples mortales.
Esperanza Aguirre es una de esas personas elegidas por el destino para ser algo más que un ciudadano de a pie. Por los servicios prestados, o porque ella lo vale, estas normas no van con ella. Caminar por la vida con esa seguridad y superioridad tiene también su precio: tus enemigos no dejarán de formular planes para acabar con tu carrera y tu imagen pública por todos los medios.
Desde su huida de la burda emboscada de los agentes de movilidad, la lideresa no para de divisar policías infiltrados, agentes de paisano que la persiguen, cámara en mano, para fotografiarla in fraganti por cualquier tontería como aparcar en doble fila cinco minutitos, saltarse un semaforito en rojito o robarle el caramelito a un niño. Es el precio que hay pagar por la Grandeza.